Después de una noche llena de
sorpresas para la mayoría toca
analizar el panorama político que ha quedado tras las elecciones autonómicas e
interpretar los resultados en clave electoral, democrática y social.
En primer lugar, antes de
analizar los resultados, es un día de buenas noticias para la democracia
catalana. Es muy destacable la alta tasa de participación en las elecciones,
logrando situarse en el 69,5% según la Vanguardia, llegando a niveles récord.
La convocatoria de elecciones anticipadas y la importancia que se ha dado a las
consecuencias que puede tener una situación u otra ha logrado movilizar al
electorado. Este es un primer buen síntoma para la democracia en Catalunya,
solo cabe esperar que no sea una situación aislada fruto del contexto, sino un
precedente y la manifestación real de las demandas democráticas en los últimos
años. El segundo buen síntoma, evidentemente, es el sano multipartidismo que se
ha logrado en las urnas, expresión de la pluralidad de la sociedad, que pese a
dificultar la gobernabilidad, es el primer paso hacia el debate, la negociación
y la inclusión de todos los sectores de la sociedad en la toma de decisiones en
el parlamento. Que estos síntomas pasen de
síntomas a mejoras del sistema democrático, que aunque pequeñas esperanzadoras,
se verá en la próxima legislatura y dependerá de cómo un partido acostumbrado a
gobernar solamente si tiene mayoría para hacerlo solo, se las ingenia para
lograr gobernar integrando el pluralismo parlamentario en sus políticas
sociales, económicas y, si no se echa atrás, en el camino a un Estado
independiente.
En cuanto a los resultados, teniendo
en cuenta el doble eje de por el que se rige el sistema de partidos catalán
(nacionalista y izquierda-derecha) ya podían esperarse unos resultados
complejos y difíciles de interpretar.
No por ello está justificado que
muchos medios de comunicación se estén adelantando a los acontecimientos
predicando que el proyecto soberanista ha fracasado, en relación a ese primer
eje. Sorprendentemente (sorpresa parece ser la palabra del día), tras convocar
elecciones anticipadas y hacer una campaña de vencedor y líder, Mas ha
tropezado estrepitosamente con la realidad y ha perdido 12 escaños, lo que
resulta bastante paradójico, teniendo en cuenta que él convocó las elecciones
sin que nadie se lo pidiera. Algunas justificaciones que explican estos
resultados son que, para la sorpresa de muchos, sobre todo de Mas, los votantes
que no han dejado que su voto fuera únicamente en clave soberanista, le han
castigado por los pasados años de gobierno y para los que sí votaban en clave
de independencia, su proyecto y su partido no parecen ser los que más confianza
generaban. De ello podemos concluir que la campaña mesiánica de Mas no ha sido la
acertada para conquistar al electorado que esperaba, además de las recientes
sospechas de corrupción que le manchan el nombre, sin embargo, no podemos olvidar que va a ser el partido gobernante.
Más allá de eso, hay que tener en
cuenta que CiU no es el único partido que defendía la independencia en estas
elecciones, sino que detrás suyo estaban ERC, como partido tradicionalmente
independentista, las CUP (3, sube 3) y ICV (13, sube 3) y que entre los cuatro suman 87 escaños, es
decir, 2/3 del parlamento. Por lo tanto, difícilmente podemos decir que el
pueblo catalán haya hablado y haya dicho que no quiere independencia, más bien
han dicho que no depositan su confianza absoluta en el proyecto de Mas, que ya
días después de plantearlo empezaba a plantear condiciones y “y si”s. Pero ERC
es la segunda fuerza del parlamento, y tal vez el auténtico ganador de las
elecciones, que desde las pasadas elecciones ha subido 11 escaños con una propuesta
claramente independentista y ello nos debe dar una muestra de las preferencias
del electorado. Así pues, si hay voluntad por parte de las dos primeras
fuerzas, pactando se puede lograr tirar adelante el proyecto, que aunque lleno
de baches, es la voluntad de la mayoría.
En cuanto a la otra cara de la
moneda, el electorado no-secesionista tenía tres opciones de voto. La primera y
más moderada era la del PSC con una propuesta “sensata” de federalismo. Sin embargo, tras una campaña que
parecía que buscaba dar pena para conseguir votos con Pere Navarro con cara de
perro abandonado, el fracaso del PSOE en las últimas generales y la falta de
estructura y de cohesión general que hay en el partido consecuencia de la
división entre independentistas y no independentistas, nadie esperaba que fuera
a tener ningún éxito y le auguraban una caída estrepitosa en la representación
parlamentaria. Pero no ha sido tan grave como todos esperaban: pasan de segunda
a tercera fuerza política pero solo pierden 8 escaños (de 28 a 20), por lo que
en la sede seguramente hoy están de celebración. La segunda opción era la
planteada por Sánchez-Camacho desde el PPC, expresada a través de una campaña
negativa, de odio y crítica que buscaba el miedo de su electorado para
conseguir no cambiar la situación. Esperaba conseguir el voto útil de todos los
no-secesionistas y lograr entrar en el parlamento como segunda fuerza, pero, ni
cerca de eso, va a entrar como cuarta fuerza (cuando antes era tercera) con
solo un escaño más que en la legislatura anterior. Seguramente para la sorpresa
del partido, el electorado de derechas no independentista no se declara tan
abiertamente de derechas como a ellos les convendría y por ello, muchos de sus
electores, tal vez también concienciados por la importancia de dar cabida a
pequeños partidos, han ofrecido su voto a Ciutadans, que entrará en el
Parlamento con 9 escaños y grupo parlamentario propio.
En relación al segundo eje
(izquierda-derecha), que aunque haya recibido menos atención por parte de los
medios de comunicación y la opinión pública, también divide las opciones
políticas y es un pilar básico de los programas electorales de la mayoría de
partidos, observamos como los partidos de derechas no obtienen tan buenos
resultados como esperaban. Se muestra el castigo y la preocupación social por
las políticas de austeridad, los recortes y la supremacía del neoliberalismo
económico como posición en nuestro sistema político al bajar CiU. Por el lado
de el PPC, no modifica mucho sus resultados, aunque tuviera esperanzas de
subir. Es previsible como ambos partidos tomaran una postura de cooperación y
apoyo en los aspectos económicos y sociales para lograr que pasen sus
propuestas. (50+19=69). Suben y se mantienen las izquierdas, que aunque
divididas, juntas pueden lograr hacer oposición a CiU (21+20+13+3= 57).
Así pues, podemos concluir que el
mundo no va a cambiar mañana pero que en clave realista, los resultados no son
todo lo malos que podrían haber sido y que empiezan jornadas de intensa reflexión
en la sede de todos partidos para ver cómo se maneja el desafío que la sociedad
catalana ha planteado.
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