El último día en Alemania, Esteban y yo estábamos desayunando cereales. El día estaba bastante gris, como los últimos tres días, pero los ánimos no acompañaban demasiado. A mi me daba mucha pereza irme porque tenía que ir del aeropuerto a la universidad para ir a clase y de allí coger el tren para volver a casa y se presentaba el día como una odisea nada apetecible. Dije, pensando como todos hacemos cuando nos aborda la vagancia, que lo que más deseaba en ese momento era poder teletransportarme.
Si pudiera teletransportarme podría ahorrarme todos los trámites y líos que es viajar en avión. Me ahorraría el tren hasta el aeropuerto, andar hasta la terminal, hacer el check in y dejar la maleta, ir a los controles, quitarme los zapatos, sacar el portátil de su funda (es algo que todavía no entiendo), pasar el control, guardar todo de nuevo, volver a ponerme los zapatos, cargar con el abrigo y hacer tiempo hasta ir a la puerta de embarque o correr hasta la puerta de embarque (según el día). Podría apurar la mañana al máximo, dormir un poco más, darme una ducha, acurrucarme un poco más en la cama, mirar algún capítulo de algo, luego teletransportarme a casa, dejar la maleta, teletransportarme a la universidad, sufrir una clase de estadística de tres horas, volver a teletransportarme y me sobrarían horas en el día para hacer lo que yo quisiera. La mayoría de personas lo ven en clave de "ahorrarse el trayecto de volver a casa después de salir de fiesta", pero yo tampoco soy mucho de salir de fiesta, así que esta me parece una situación mucho más útil para eso.
Pero estaba siendo corta de miras porque Esteban dijo que si pudiera teletransportarme no tendría que volver a casa. Podríamos estar juntos y yo me teletransportaría a la universidad cada día para ir a clase o estaríamos en Barcelona y él se teletransportaría, pero podríamos dormir juntos todas las noches. Entonces ya empezaba a imaginarme cuales eran las ventajas reales de la teletransportación... Podríamos ir a Tailandia a pasar el fin de semana y cenar en Roma los jueves, podríamos ir a clases donde quisiéramos y aprovechar las horas del día en hacer muchas más cosas que estudiar o trabajar.
Llevo todo el fin de semana fantaseando con las infinitas posibilidades que tendría y todo lo que se nos está escapando. Espero que haya científicos locos trabajando en ello como en las películas malas de ciencia ficción porque yo ya empiezo a imaginarme cómo mejoraría mi vida.
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