En una de esas visitas a la biblioteca parcial de mi familia que está repartida entre nuestra casa en Suecia, nuestra casa en Castelldefels y la oficina de mi madre hice una pequeña búsqueda de algo para leer que me pareciera atractivo. Cuando no tengo ni idea de qué busco me gusta guiarme por la editorial, que suele decir mucho de la calidad del libro (en este caso Tusquetes); la portada y el título (a no ser que le autor me suene de algo, pero este no era el caso).
Me chocó encontrar un libro con una anciana en blanco y negro en la portada y de una escritora que no me sonaba de nada, el título, "yo soy mi propia mujer" también me dejaba intrigada...así que fui a por la contraportada en busca de algo más:
"Lothar Berfelde tuvo la mala suerte de nacer en 1928, en Berlín, y de ser hijo de un déspota con ideas nacionalsocialistas que quería convertir a ese niño rubio, retraído y sensible, en todo un soldado. A los dieciséis años, el delicado adolescente mata en defensa propia a su padre. A partir de ahí, la vida de Lothar, que poco después se convierte en un travestido con el nombre de Charlotte, pasa a ser una permanente lucha primero contra las SS, después contra la Stasi, policía política de la DDR, y hoy en día, ya convertida en una venerable vieja dama indigna condecorada por su valor cívico, contra los skinheads. Parte de su actitud rebelde contra toda suerte de marginación es la creación del hoy célebre Museo Gründerzeit, donde Charlotte fue almacenando, contra viento y marea, objetos de arte que nazis y comunistas consideraban «decadentes». Sus memorias son, pues, no sólo el recuento de una vida fascinante, sino también un escalofriante testimonio de su tiempo."
Debo decir que el libro no contiene mucho más de lo que dice la síntesis, aunque realmente es suficiente para que resulte atractivo de leer... No tiene el lirismo de una novela ni la pesadez de un libro histórico. Está narrado con la sencillez de unas memorias de una persona afable y sincera, pero sin caer en la monotonía. Me gusta la falta de estructura que tiene, que evoca en cierta forma a la escritura automática de André Breton, cómo Charlotte te cuenta como si estuvieras tomando un café con ella sin maquillaje ninguna de las dos, de tu a tu, la historia de su vida y lo que para ella ha significado todo. Es hermoso. No se recrea en la crueldad ni en la miseria, aunque sabes que no le han faltado momentos duros, que me parece que es algo que falta en los relatos de de ese período de tiempo que parece que quieran aleccionar al lector, no. Es simplemente lo que pasaba a su alrededor, sin pretender crear una conciencia colectiva ni presentarse como heroina, ella solo estuvo allí y tuvo que aguantarlo, que ya es suficiente.
Por otra parte, es asombrosa la pasión que desprenden sus palabras al hablar de muebles, que me parece algo casi indecible... como alguien puede admirar tanto algo tan básico como un mueble y cómo puede significar tanto y a la vez tan poco... los muebles no dejan de ser muebles y mientras lees lo sabes, pero no te atreverías a pensarlo demasiado alto, no vaya a ser que sea un desprecio hacia la obra de su vida. Aunque a la vez... que bonito encontrar algo a lo que entregarse con tanta voluntad. Ojalá todos tuvieramos algo así y la fuerza para llevarlo a cabo.
Espero que os haya llamado la atención tanto como a mi a primera vista y os animo a que lo leáis... yo tampoco me imaginaba leyendo las memorias de nadie.
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